Oasis en el desierto
Poema del Padre Juani, Monasterio de Santa Clara, Moreno, 4 de diciembre de 2006.
Oasis en el desierto
Misterioso encuentro,
de retoños cortados antes de tiempo,
esperanzas truncas y defraudadas,
promesas rotas,
por el horror del infierno.
Burlas, prepotencias
azotan sus rostros,
son los padres del dolor,
son los padres del amor.
Ellos sí saben de amor.
Yo no sé nada
de esa palabrita mágica,
que digo y repito y enseño
y explico.
Ellos sí saben de amor.
Guerreros invencibles,
sus miradas lo dicen todo,
hay una mezcla de paz,
y de dolor,
de Pascua en su interior.
Robles invencibles,
profetas del desierto,
buscadores de Verdad.
Nada los detendrá,
ni la vergonzosa impunidad,
ni la triste complicidad.
Robles invencibles,
frente a esos muñones de hombres,
si es que merecen el título de tales.
Profundo respeto y admiración
emerge de mi alma,
que pide permiso para mirarlos,
para acercarme y beber de estos pozos
que dan seguridad, que dan paz,
que enseñan a vivir de verdad.
Su voz quema dentro mío,
son flechas punzantes
que quitan máscaras,
ante quienes la mentira
se derrite,
y muestra su insostenible
y fugaz vacuidad.
Sus vidas han cambiado,
ya no hay retorno,
parte de ustedes
se ha ido con sus hijos,
y ya no volverá más.
Sin embargo, algo ha emergido,
de lo profundo del dolor,
sus lágrimas han regado,
fecundado y fortalecido
ese fruto maduro que brindan
a quien a ustedes se acercan.
Imposible explicarlo,
lo que sus corazones irradian,
mezcla de paz, de calor de hogar
de sombra protectora en el camino,
de confianza ilimitada,
de conquistadores de tesoros,
que a manos llenas desean
entregar y regalar, a quien se asoma
all misterio de sus vidas.
Fue una tarde en San Ramón,
que el cielo descendió,
al patio florido y lo regò,
ángeles que pasaron
y con sus alas rozaron
y dejaron huella profunda,
en mi triste alma.
Sus desafinados cantos,
sus risas contagiosas,
sus miradas cómplices,
mi corazón levantaron,
y a este pobre peregrino
sin hogar y sin descanso,
lo hicieron sentir en casa.
Algo eterno se posó esa tarde,
una paz de cielo
invadió mi noche oscura.
No eran sólo ustedes,
eran sus 194 ángeles,
que poblaron este patio
como anticipo y regalo
del futuro y ansiado Reino.
Por favor, no mezquinen nunca
ese aire fresco,
esa joven mirada,
ese corazón inquieto.
Los necesitamos para seguir caminando,
para seguir creyendo.
Sus hijos les han legado
y heredado esa mirada
y ese anhelo.
Esa rebeldía que no transa,
esas topper
que no se detienen,
ese flequillo rolinga
bajo el cual se oculta
y se muestra
esa mirada infinita
que abre horizontes nuevos,
de paz, de fraternidad
de igualdad y justicia.
No lo guarden, no lo escondan
porque es agua fresca en el desierto.
Sigan engendrándonos
y regalando vida.
Apenas sin darse cuenta,
van ampliando sus familias;
su paternidad y maternidad
ya no tienen límites
y han expandido sus brotes
hasta nosotros,
que con orgullo y respeto,
nos atrevemos a llamarnos
sus hijos.
Padre Juani (Monasterio de Santa Clara, Moreno, 4/12/06)
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